Solitude-Los ojos de Europa
Los ojos de Europa: Otra visión
25 de octubre de 2024

En “Los ojos de Europa” afloran sentimientos y emociones que hablan directamente al corazón. En la cinta, Juan Pinzás e Isabel de Toro, realizan un viaje iniciático, casi mágico, entendiendo la magia como el arte que hace posible ir en contra de las leyes naturales establecidas. En este viaje el espectador queda integrado como un actor más, reflejado en la policromía de alusiones mitológicas, míticas y de vivencias personales que se desbordan en la película.

Como mujer que ha vivido gran parte de su vida fuera de su tierra natal, me he sentido plenamente identificada con ese sentimiento tan gallego para el que sólo en este rincón del Noroeste peninsular hemos acuñado un término: “morriña”.

La nostalgia me envolvió por un momento al traerme recuerdos de mi infancia y de otros momentos de mi vida, recuerdos protagonizados por personas que ya no están físicamente pero que viven a través de mí, de mis recuerdos, experiencias y emociones, resonando con uno de los mensajes que he rescatado de la película: nunca nos vamos del todo; tal vez hasta que se complete nuestra misión en el plano físico para una vez logrado, reunirnos con todas las personas que nos precedieron y a las que hemos amado.

Esta nostalgia por mi tierra y por los recuerdos es, en mi caso particular, una nostalgia doble, porque tampoco puedo olvidar las vivencias acaecidas en el marco de mi segundo país. Años fundamentales para mi vida que han cincelado la persona que hoy soy, con mis virtudes y con mis defectos. Sentimientos de miedo y de tristeza, de duda y de soledad, pero también de alegría y de esperanza, de júbilo y de valentía; todo ello forma parte del caleidoscopio en el que se descompone mi existencia; al igual que yo en la vida real, Myriam y Julián, los protagonistas de la película, plasman sus propias tonalidades interiores en el lienzo prístino del metraje.

He sentido junto a ellos, compartiendo sus recuerdos alegres y también sus dudas y penas. Como mujer, me he sentido frágil y herida al acompañar a Myriam en su profunda pena, pero también he experimentado mi fuerza y resolución para recomponerme y salir adelante, al igual que ella lo refleja en su historia, con la certeza de que todo pasa y de que esta vida es un peldaño más en la escalera del aprendizaje por la que nuestras almas ascienden, paso a paso, hacia una verdad más elevada.

Todas estas emociones y sentimientos se unen de una forma cálida y sutil en el envoltorio magistral de la elegancia. La elegancia de los protagonistas y de las tomas que logran captar la esencia romántica y cotidiana de las calles de Vigo y sus luces de Navidad y, por supuesto, de Santiago de Compostela y de su Catedral, convirtiéndolos también a ellos en personajes vivos y recordándonos que los pueblos y ciudades, que los países y continentes son entidades vivas que se mueven y respiran al compás de las personas que los conforman. Porque la película no es sólo el viaje de dos personajes, sino que, de un modo poético, representa el viaje de toda la humanidad. Miedos y pasiones, ambiciones, alegrías, motivos, culpas, dudas y anhelos se dibujan y redibujan una vez y otra en todas las latitudes, allá donde caminemos y respiremos los seres humanos.

Y una vez entendido que el camino es largo y que abarca más de lo que podemos comprender, se hace necesario encontrar un lugar mágico, que trascienda esos límites impuestos por las leyes naturales y por nuestros propios miedos y soberbias. Ese lugar en el que el parloteo de nuestras mentes se acalla y enmudece el ruido que no nos permite escuchar el murmullo quedo de nuestros corazones. El lugar en el que se abren los ojos de Europa y del mundo, contemplando los confines que se asoman a una realidad ignota más allá de su pórtico: Santiago de Compostela.

Mira el tráiler: Atlántico Films: Los ojos de Europa

M. Conchi Sueiro y J. M. Varela